Con letras mayúsculas y en negrita: "MUJERES DE BÉLMEZ"


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esde principios de los años 60 del pasado siglo, el movimiento cooperativista -con sus aciertos y sus errores- ha estado íntimamente ligado al avance económico de nuestro pueblo. Ha sido una herramienta utilizada una y otra vez en pos de la consecución de un tejido empresarial, ya sea desarrollando y modernizando el sector primario (cooperativa de esparto, aceites, etc.) o dando forma y cobertura a un cambio de modelo productivo (cooperativa textil, o de plásticos).
 
          Centrándonos en la Cooperativa de Confección Industrial Juan XXIII, recordaremos que tuvo su germen en una humilde iniciativa auspiciada por Cáritas (el taller CARBEL), pero con escasos rendimientos económicos, sin preparación técnica específica y una producción poco rentable. Así fue que, previa solicitud al Ministerio de Trabajo, a primeros de septiembre de 1968 se comunicaba la concesión de los cursos del P.P.O.(Promoción Profesional Obrera) que permitían la enseñanza y formación profesional a los adultos en busca de una cualificación, en este caso, para el sector textil. Dichos cursos comenzaron el 20 de septiembre de aquel año, en turnos de mañana y tarde, con un total de 42 alumnos -37 mujeres y 5 hombres-.
Fotografía de los primeros tiempos de la Cooperativa Juan XXIII


          El 24 de septiembre, se constituía la cooperativa, dejando de depender de Cáritas, disolviéndose así mismo el equipo directivo y nombrándose como gerente a D. José Martínez del Moral. También se promovieron dos cursos más para atender a las solicitudes pendientes -40 mujeres habían quedado en espera- que terminaron en marzo del año siguiente.

      Esta cooperativa junto a la Fábrica de Conservas LUMI constituyeron el claro ejemplo de que Bélmez de la Moraleda estaba a la cabeza de la iniciativa empresarial de la comarca, pero sobre todo, de que nuestro pueblo fue pionero en el desarrollo laboral de la mujer, que de esta manera comenzó a tener voz, autonomía y un peso económico importante en el sustento familiar, más allá de ayudar en las labores del campo y de encargarse de las tareas domésticas, que por otra parte -¡ojo!- las mujeres de Bélmez continuaron haciendo tras su jornada en el taller o la fábrica.
 
Fotografía de trabajadoras y trabajadores de la fábrica de conservas LUMI SL
          El caso es que, si me paro a pensar en nombres de mujeres que encabezaran el avance económico de nuestro pueblo en aquel entonces, no encuentro ni uno ni dos ni tres ni cien nombres, sino que me topo de frente con un cartel con letras mayúsculas y en negrita que dice: "MUJERES DE BÉLMEZ". Así de grande y sencillo a la vez, porque fue un logro de todas vosotras.

 



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