Con mayúsculas y en negrita: MUJERES DE BÉLMEZ (artículo para Ideal Sierra Mágina, octubre de 2023)

 Javier Olivares, uno de los creadores más reputados de series de televisión inspiradas en hechos históricos de nuestro país —en su haber están «Isabel» o «El ministerio del Tiempo»—, lo expresa con una claridad meridiana: cuando un país —y quienes lo gobiernan— desprecia la cultura porque no aparece en las preocupaciones de la ciudadanía, en las encuestas. Cuando la cultura se caricaturiza y se disfraza de fiestas patronales y simple producción para el mero entretenimiento —pan y circo—, el resultado es el olvido de nuestra historia y de nosotros mismos. Porque con la mentira y el olvido, no es que no se pueda entender nuestro pasado, es que no se puede construir el futuro. 

 

Suele ocurrir, que la historia oficial de todos los pueblos del mundo la cuenten los vencedores, quienes probablemente harán una reinvención de sus tradiciones, de los hechos que acontecieron en el pasado y que se reflejan de una u otra forma en el presente, marcándolo, señalándolo. Por eso, desde tribunas como esta, debe dársele voz y hacer visibles a esos otros vecinos que a pesar de ser derrotados o simplemente ignorados también son historia de nuestros pueblos. El ejemplo lo encontramos en todas nuestras fotos antiguas que recogen actos y acontecimientos históricos: unas veces aparece una Mágina engalanada, con las llamadas fuerzas vivas en un primer término, probablemente agasajando a algún ilustre visitante, y los invisibles o poco visibles al fondo. No digamos ya, si hablamos de las invisibles, quienes, la mayoría de las ocasiones, ni están ni se las espera.  


Por fortuna, algunas ocasiones, los del fondo, los que casi no veíamos, son los protagonistas con su trabajo, con su esfuerzo, sacando a sus pueblos de la nada más mísera e insignificante y acercándolos hacia la luz, hacia el progreso. 


Trabajadoras de la cooperativa de confección Juan XXIII de Bélmez de la Moraleda


 

Dicho esto, un premio siempre implica homenaje y reconocimiento. En el caso que me ocupa, el de las mujeres del textil de Bélmez de la Moraleda, este es muy merecido. Es emocionante, motivador, digno de aplauso, pero debería acompañarse de una reflexión que proporcione la perspectiva desde la que comprender la dimensión de lo logrado por todas estas mujeres, pioneras de la industria textil en la provincia de Jaén allá por los años sesenta del siglo XX, hasta hoy. 

 

A lo largo de la historia, el movimiento cooperativista —con sus aciertos y sus errores— ha estado íntimamente ligado al avance económico de Bélmez. Ha sido una herramienta utilizada para elaborar un tejido empresarial, ya sea modernizando el sector primario (cooperativa de esparto, aceites, etc.) o dando forma y cobertura a un cambio de modelo productivo (cooperativa textil o de plásticos). Centrándonos en la cooperativa de confección industrial Juan XXIII —nave nodriza de la que no solo partieron los trece talleres restantes del municipio, sino algunos más de los pueblos de alrededor, como la vecina Huelma—, esta tuvo su germen en una humilde iniciativa auspiciada por Cáritas (el taller CARBEL), pero con escasos rendimientos económicos, sin preparación técnica específica y una producción poco rentable. Así fue como, previa solicitud al Ministerio de Trabajo, a primeros de septiembre de 1968 se comunicaba la concesión de los cursos del P.P.O. (Promoción Profesional Obrera) que permitían la enseñanza y formación profesional a los adultos en busca de una cualificación, en este caso, para el sector textil. Dichos cursos comenzaron el 20 de septiembre de aquel año, en turnos de mañana y tarde, con un total de 42 alumnos —37 mujeres y 5 hombres—. 

 

 El 24 de septiembre, se constituía la cooperativa, dejando de depender de Cáritas, disolviéndose así mismo el equipo directivo. Después, hubo que promover dos cursos más para atender a las solicitudes pendientes —40 mujeres habían quedado en espera— que terminaron en marzo del año siguiente. Se nombró gerente a José Martínez del Moral, fallecido junto a uno de los conductores de la empresa, Vicente Rivas Fuentes, en un accidente ocurrido en el otoño del 72, poco antes de llegar a Tembleque, en Toledo, cuando ambos se dirigían con un transporte de confección hasta Madrid.  

Esta cooperativa, junto a la Fábrica de Conservas LUMI, constituyeron el claro ejemplo de que Bélmez de la Moraleda estaba a la cabeza de la iniciativa empresarial de la comarca, pero sobre todo, de que este pequeño pueblo maginense fue pionero en el desarrollo laboral de la mujer, que de esta manera comenzó a tener voz, autonomía y un peso económico importante en el sustento familiar, más allá de ayudar en las labores del campo y de encargarse de las tareas domésticas, que por otra parte —¡ojo!— las mujeres de Bélmez continuaban haciendo tras su jornada en el taller o la fábrica. 

 

 En verdad, si nos paramos a pensar en nombres de mujeres que encabezaran el avance económico de Bélmez de la Moraleda en aquel entonces, no encontraremos ni uno ni dos ni tres ni cien nombres, sino que nos toparemos de frente un cartel con letras mayúsculas y en negrita que diga:  MUJERES DE BÉLMEZ. Así de grande y sencillo a la vez, porque fue un logro de todas ellas. 



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