Tiempo de silencio




 
-Una de las imágenes de la reconstrucción en 3D  del castillo de Belmez hecha por nuestro anónimo amigo-
      
       Para alguien con ciertas pretensiones literarias, el silencio es un lienzo sobre el que dibujar con palabras el paisaje de los pensamientos. Es el trazo de la línea errante del alma. Así, a no ser que este “no decir” se deba al temido bloqueo del escritor, el callar aquello que no se quiere, no se debe o no se puede decir, siempre ha terminado enriqueciendo lo dicho o escrito, precisamente por lo que se dice sin decir; por lo que leemos entre líneas.

         Este “Tiempo de silencio”, nada tiene que ver con aquel silencio de posguerra, forzado y opresivo que aparece retratado en la novela homónima de Martín Santos, sino con el propósito tácito y voluntario de sustanciar las palabras con la observación y con la experiencia.

        
Imagen nº2
Y en estas me andaba, cuando entró en mi buzón el mensaje de un joven miembro del grupo de Facebook de  Bélmez de la Moraleda. No diré su nombre, pues él quiere permanecer en el anonimato. Aunque sí hablaré de sus anhelos, de sus pasiones, y hasta del respeto que se adivina en sus palabras. Pero sobre todo, hablaré de lo que para este joven de veintipocos años significan sus raíces.  

Imagen nº 3
Mira, no sé si me conocerás, pero soy un hijo de Bélmez de la Moraleda”. Sinceramente, alguien que se presenta como “un hijo de Bélmez de la Moraleda” ya merece de por sí toda mi atención. Me habla a continuación de su abuelo, sus tías, su madre, de su familia de La Moralea, no sin dejar de mencionar el mote, ese apéndice que aún cuelga del nombre en los pueblos y que meneamos con orgullo, cuan rabo de perro ocioso.

“Tengo una afición, que es reconstruir castillos antiguos. Y cómo no, siendo de este pueblo, me he empeñado en reconstruir cómo sería el castillo de Belmez”. Esa palabra dichosa -“afición”-, esa palabra con la que  –volviendo al silencio y las palabras calladas, a lo no dicho y a lo sobreentendido- decimos con la boca chica, intentando no llamar la atención sobre lo que en verdad nos mueve y apasiona. Porque indagando e intentado conocer un poco más de nuestro joven y anónimo amigo, descubro que sus estudios tienen que ver de una u otra forma con esa querencia por la reconstrucción y la conservación.

        
Imagen nº 4
Reconozco la envidia y admiración a la vez, que produce en mí  este afán suyo por permanecer en la sombra, haciendo así más visible y hasta resplandeciente su aportación a la reconstrucción de nuestra historia, que es la suya. Incluso me asombra que, siendo tan joven, amase con tanta decisión sus convicciones, terminando por compactar en una pieza única su identidad con sus raíces. Y por el contrario, me veo como yo era a su edad, con mis reticencias a todo lo que olía a pasado, con mi rechazo a todo lo que me recordara a tradición, a historia y a Bélmez.

         No hace muchos años, durante su pregón de las fiestas de agosto, nuestro paisano Juan  Montávez Pereira, catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada, habló de ese viaje que como Ulises en la Odisea, todos estamos obligados a emprender de manera irremediable, sin que quepa renuncia y darle así  sentido a nuestra vida, partiendo del desapego y la negación de lo propio, hasta cerrar el círculo un lejano día, ya viejos pero sabios, con el regreso a las costas de Itaca, a la falda de la Sierra Mágina.

Entonces, mi insolencia más que mi juventud, me tenía, como al arrogante Ulises, anonadado por cantos de sirena, que me impedían apreciar en toda su grandeza y verdad los versos que del poeta Cavafis, aquella noche Juan Montávez recitó:
        
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

Imagen nº 5
         Ahora nos toca devolverle a la pobre Itaca, a la pobre Bélmez de la Moraleda, lo que ella antes nos dio, para que siga brindando su hermoso viaje, para que siga mostrando el camino a las generaciones venideras. Por eso, mi joven y anónimo amigo, tu magnífica reconstrucción virtual del castillo de Belmez a raíz de la encomiable labor de investigación de Nicolás Navidad Jiménez, debiera ser la primera piedra de su reconstrucción real. ¿O es que vamos a dejar, que el silencio siga llenando el tiempo de sus piedras, hasta hacerlo desaparecer definitivamente?
Secuencia de fotografías nº 1


Secuencia de fotografías nº2


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