Tiempo de silencio
-Una de las imágenes de la reconstrucción en 3D del castillo de Belmez hecha por nuestro anónimo amigo- |
Para alguien con ciertas pretensiones literarias, el silencio
es un lienzo sobre el que dibujar con palabras el paisaje de los pensamientos.
Es el trazo de la línea errante del alma. Así, a no ser que este “no decir” se
deba al temido bloqueo del escritor, el callar aquello que no se quiere, no se
debe o no se puede decir, siempre ha terminado enriqueciendo lo dicho o
escrito, precisamente por lo que se dice sin decir; por lo que leemos entre líneas.
Este “Tiempo de silencio”, nada tiene que ver
con aquel silencio de posguerra, forzado y opresivo que aparece retratado en la novela homónima de Martín Santos, sino con el propósito tácito y voluntario de sustanciar las palabras con la
observación y con la experiencia.
Imagen nº2 |
Imagen nº 3 |
“Mira, no sé si me conocerás, pero soy un hijo de Bélmez de la Moraleda”.
Sinceramente, alguien que se presenta como “un
hijo de Bélmez de la Moraleda” ya merece de por sí toda mi atención. Me
habla a continuación de su abuelo, sus tías, su madre, de su familia de La
Moralea, no sin dejar de mencionar el mote, ese apéndice que aún cuelga del
nombre en los pueblos y que meneamos con orgullo, cuan rabo de perro ocioso.
“Tengo una afición, que es
reconstruir castillos antiguos. Y cómo no, siendo de este pueblo, me he
empeñado en reconstruir cómo sería el castillo de Belmez”. Esa palabra dichosa -“afición”-,
esa palabra con la que –volviendo al silencio y las palabras calladas, a lo no
dicho y a lo sobreentendido- decimos con la boca chica, intentando no llamar la
atención sobre lo que en verdad nos mueve y apasiona. Porque indagando e
intentado conocer un poco más de nuestro joven y anónimo amigo, descubro que
sus estudios tienen que ver de una u otra forma con esa querencia por la
reconstrucción y la conservación.
Imagen nº 4 |
No hace
muchos años, durante su pregón de las fiestas de agosto, nuestro paisano
Juan Montávez Pereira, catedrático de
Ciencia Política y de la Administración de la Universidad de Granada, habló de
ese viaje que como Ulises en la Odisea, todos estamos obligados a emprender de manera
irremediable, sin que quepa renuncia y darle así sentido a nuestra vida, partiendo del desapego
y la negación de lo propio, hasta cerrar el círculo un lejano día, ya viejos
pero sabios, con el regreso a las costas de Itaca, a la falda de la Sierra Mágina.
Entonces, mi insolencia más
que mi juventud, me tenía, como al arrogante Ulises, anonadado por cantos de
sirena, que me impedían apreciar en toda su grandeza y verdad los versos que
del poeta Cavafis, aquella noche Juan Montávez recitó:
Itaca te brindó tan
hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre,
Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Imagen nº 5 |
Ahora nos toca devolverle a la pobre
Itaca, a la pobre Bélmez de la Moraleda, lo que ella antes nos dio, para que siga
brindando su hermoso viaje, para que siga mostrando el camino a las
generaciones venideras. Por eso, mi joven y anónimo amigo, tu magnífica reconstrucción
virtual del castillo de Belmez a raíz de la encomiable labor de investigación
de Nicolás Navidad Jiménez, debiera ser la primera piedra de su reconstrucción
real. ¿O es que vamos a dejar, que el silencio siga llenando el tiempo de sus
piedras, hasta hacerlo desaparecer definitivamente?
Secuencia de fotografías nº 1 |
Secuencia de fotografías nº2 |
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