Memoria versus Causa
Portado de los documentos de la Causa General en Bélmez de la Moraleda |
Una de
mis películas favoritas es el clásico de Capra “It's a Wonderful Life” -“Qué bello es vivir“-. Por si no lo
recordáis, me refiero a esa película que ponen todas las Navidades en la que su
protagonista, George Bailey -James Stewart-se encuentra a punto de
tirarse por un puente, hasta que un ángel de segunda, Clarence, viene a su rescate para ganarse las alas. Pero George, que no para de lamentarse por
haber nacido, no desiste en su parecer, obligando con ello al viejo ángel a
mostrarle cómo hubiera sido la vida de los suyos, de su entorno, de su pueblo,
si él nunca hubiese existido. Y es entonces cuando el protagonista se da de
bruces con la moraleja misma de la vida, porque por muy insignificante que nos
parezca nuestra existencia, por muy intrascendentes que creamos nuestros actos,
siempre van a acarrear consecuencias en el devenir de la historia y que, por
supuesto, serán positivas si nuestro proceder se encamina hacia tales
propósitos.
Secuencia de la película "Qué bello es vivir" |
Si añado
esta filosofía al cometido de lo que escribo, llegaré a la conclusión de que nadie
es prescindible en la historia de su pueblo, pues todos en mayor o menor medida
la conforman y moldean.
Al hilo
de esto, siempre tuve la creencia que a Bélmez de la Moraleda le pasaba como al
pueblo de la canción de Serrat, que por no pasar ni pasó la guerra. Pero es ahí
precisamente, en esa imprecisión sobre la guerra del 36 en nuestro pueblo,
donde quiero detenerme hoy y, como Clarence,
poner luz sobre esa falsa creencia.
Cierto es
que en Bélmez no hubo bajas, pero eso no quiere decir que no hubiera
“paseíllos” aunque no se consumasen; o que no se delatara y encarcelara a nadie
más por venganzas y disputas personales que por cuestiones políticas; o que no
se ocuparan y saquearan fincas. Todo ello pertenece a la memoria histórica de
los vencedores y está perfectamente documentado en la Causa General iniciada
por el régimen de Franco en 1941 en todas y cada una de las poblaciones de
España con el fin de condenar a todos aquellos republicanos del Frente Popular
que “hubieren atentado contra personas y/o sus bienes, contrarias a su
ideología o ser partidarios de los que se habían levantado contra la 2ª
República”.
Así, en
la documentación de la denominada Causa General, encontramos que durante los primeros
días de la contienda en Bélmez de la Moraleda sufrieron cárcel y –cito textualmente-
“intento de asesinato” 19 personas. A ello se le añade la detención del cura
párroco, profanación de imágenes, destrucción del templo e incautación de la
casa rectoral, muebles y robo de las campanas y ornamentos religiosos. Por otra
parte, también refleja la documentación del proceso franquista la incautación
de la casa cortijo, robo y saqueo de los bienes muebles, aperos de labranza,
comestibles y existencias de aceite de cuatro de los hacendados más
sobresalientes del término municipal.
Vuelvo
sobre el “intento de asesinato”. Solo hay dos pueblos en toda la provincia de
Jaén que no mancharon de sangre las tapias de sus cementerios durante la contienda;
uno de ellos es Bélmez de la Moraleda. Y ello dice mucho respecto de sus
moradores por encima de ideologías, creencias, pareceres, pues si no se derramó
sangre antes, tampoco hubo fusilamientos después. Probablemente algunos
exaltados hicieron el “intento” empujados por la propia inercia de aquellos
primeros días convulsos, pero terminó prevaleciendo la prudencia, cordura, sensatez
de quienes representaban la legalidad republicana y aunque solo sea por pura
estadística, es algo excepcional y por ello extraordinario, incluso aunque se trate de pueblos alejados del frente –solo
hay que echar un vistazo a lo ocurrido en el resto de la comarca-.
Eso no
quiere decir que los años de la dictadura no cubrieran a los perdedores como una
lápida pesada que les enterró en vida ¿o
acaso es vida la falta de libertad, de justicia, de igualdad? Y aunque nuestras
cunetas no escondan cadáveres, las penas de cárcel más o menos prolongadas, los
rapados vejatorios y posterior exhibición por puro escarnio, los obligados
saludos mano en alto a la cruz de los caídos que se erigió al lado del puente
del Arroyo, donde hoy está el Bar Nuevo
–nunca se saludó al yugo y las
flechas, Carlos Debor, pero llevas razón, es igual de denigrante-, se marcaron
a fuego en la memoria de aquellos viejos republicanos, porque es su memoria la
que hoy toca reivindicar, para desenterrar, no las heridas, sino las verdades,
sus verdades, de aquellas mujeres y hombres.
Feliz 2017. Excelente camino para seguir buscando la verdad y la equidad a través de ella.
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