El río de la tierra -artículo publicado en Ideal Sierra Mágina, diciembre de 2018-


El geógrafo andalusí Al-Zuhrí dividió la tierra en siete partes con sus siete climas, situando a al-Andalus dentro del quinto paisaje o clima, junto con Siria y los países del imperio romano. En la concepción “arabocentrista” del mundo que desprende su Kitab al-Jaghra fiyyaLibro de geografía, nombra a nuestro río Jandulilla como Wadi-l-Ard o Río de la Tierra. Puede que para nuestros ojos maginenses del siglo XXI, resulte impactante la concepción geopolítica que del mundo conocido se tenía en el siglo XII, hasta llevarnos a exclamar: “¡Cuchah[1]el riachuelo este, que con sus aguas menores y su cortedad, pues ahí está en los libros, codeándose con Córdoba... y con Granada... y con Roma... y con Damasco...!” 

Pero ya sabéis, que no es la primera vez que os lo digo, que sois –somos- olvidadizos e injustos con nuestra historia y, sobre todo, con los lugares por donde ha transcurrido. Y así, tres siglos después, concretamente en el año 1449, el comendador baezano al servicio del príncipe Enrique de Castilla, Fernando de Villafañé, arrebató de manera definitiva a Yusuf ben Ahmad, -o Yusuf el Hamida, el digno de alabanza, como lo llamó Guzmán Merino- esta fértil vega donde se retuercen y juguetean sus aguas cristalinas en caprichosas cabriolas por entre unas piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos -que diría mi querido y admirado Gabriel García Márquez-.

Vale, os lo compro; resulta que el susodicho riachuelo al que reportan sus aguas y energías el Gualijar y el Gargantón junto a un incierto número de arroyuelos que, cuan cabritillas montaraces, bajan de la Sierra Mágina, se encontraba en el lugar adecuado –la frontera entre el reino Nazarí de Granada y el Santo Reino de Jaén- y en el momento justo –el final de la conquista de al- Andalus por parte de las tropas castellanas-.


Entonces, aquel río tan importante para la guerra, pasó a ser insignificante –o no-, cuando los guerreros castellanos cambiaron la espada por una azada, logrando con ello que su nombre de hermano pequeño del Jándula saltara de la épica a la agronomía; de las cantigas de Alfonso X el Sabio a los estudios sobre comunidades de regantes, a partir de las Leyes de Aguas de 1866 y 1879. Según Ildefonso Alcalá Moreno, el primer intento de aprovechamiento de las aguas del río para el riego se remonta al año 1902, pero no es hasta 1908 que no se pone en conocimiento por parte de la comunidad de regantes al ayuntamiento de Jódar el inicio de los trabajos de construcción de un canal que recogiera las aguas de invierno del río Jandulilla en el llamado “Caz de los Molinos”. Dos años después, se solicita al gobernador civil la ampliación del aprovechamiento en el término de Bélmez de la Moraleda, concretamente para construir la presa en “El Horno del Vidrio”, proyecto aprobado definitivamente en 1924. Pero la llegada de la II República trae consigo la pérdida de influencia de los principales impulsores del canal, lo que hace que la población se tome a cachondeo su construcción, como demuestra la letra de una comparsa de carnaval de aquellos años:

Todos sabemos que Jódar, tiene un permiso
por el gobierno que realiza el canal
que pertenece a la parte Jandulilla
y aseguramos que todo se va a secar.
Los ingenieros que tomaron este punto
no se fijaron que la bolsa estaba mal
y estos trabajos se hacen republicanos
pero el obrero que suda su frente tiene obligación
de sembrar los melones, que son de secano
bajo la esperanza que tiene con Dios.

Y no iba mal encaminado el saber popular, pues en 1934 se solicita el cambio de términos, debido a las dificultades que se presentaron en las obras por la mala naturaleza del terreno y la imposibilidad de construir allí un canal, trasladándose ahora la construcción de la acequia principal a la “Rambla de Gascón”. Tras el parón de la guerra, en el año 51 se retoma el proyecto con el impulso del general de Lamo Peris, quien logra que su construcción se incluya en el famoso “Plan Jaén”, aquel que fue como una pastilla contra el insomnio de Franco que ideó el régimen: “Jaén me quita el sueño”.

En conclusión, que nuestro Jandulilla, cuyas aguas ven la luz allá por la Cuesta de los Gallardos, y que se arrastra tímido e impreciso entre rocas carbonatadas, para vaciarse en el padre Guadalquivir cerca del paraje conocido como “Úbeda la Vieja”, ha sufrido a lo largo de su historia -ya bajaran sus aguas revueltas o calmadas; en la sangre de la guerra o en el remanso de la paz-, de la indecisión y la duda de quienes moraban su orilla. Aunque al final de todo, como nos decía Jorge Manrique, nuestras vidas son los ríos que van a parar a la mar; esa inmensidad donde desembocamos los ríos caudales, los medianos y los chicos, porque, una vez allí llegados, todos somos la misma agua.



[1](del latín ascultäre: aplicar el oído para oír). Aféresis de ¡Escuchad!, aplicada denotando extrañeza (Vocabulario popular belmoralense, Francisco José Fuentes Pereira).


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