El corazón de Bélmez de la Moraleda -artículo publicado en el Ideal Sierra Mágina, abril de 2017-
Relaciones de Moros y Cristianos, agosto de 1995. |
A Bélmez de la Moraleda no se llega por
casualidad, no está camino a ningún lugar. Quienes toman el desvío que se encarama culebreando
entre olivos hasta el pueblo, han de hacerlo adrede. Los belmoralenses, o “moraleos”, hemos de tomar conciencia de
ello.
Por descartado sabemos que, conocer nuestras
“queridísimamente odiadas Caras”,
será la inmensa mayoría de las veces el propósito de la visita. Sin embargo,
mal estaríamos si no aprovecháramos la inercia que ha traído hasta nuestras
calles a ese turista de lo desconocido, sin que le hagamos levantar la mirada
del suelo, para mostrarle esos otros tesoros no menos enigmáticos que esconde
este pequeño rincón de la Sierra Mágina.
El primero de ellos duerme el sueño de
los siglos en las piedras de la fortificación árabe de Belmez , que junto al
castillo de Chincoya - citado por Alfonso X el Sabio en la cantiga 185 -, el de
Neblín y los torreones del Lucero y el Sol, conforman uno de los conjuntos
defensivos más importantes de todos los existentes a lo largo de la frontera
Nazarí.
Nuestros orígenes, plagados de
confrontaciones las menos, escaramuzas las más, entre musulmanes y cristianos, se ven reflejados en las celebraciones, ya que
hemos conservado en nuestras fiestas de “Moros
y Cristianos” el vestigio de aquellos
juegos de soldados, que con cañas y
espadas de madera, recreaban sus disputas. No existen en todo el Levante y
Andalucía oriental unos textos que se equiparen a los de Bélmez de la Moraleda,
gracias a la reconstrucción llevada a cabo por el poeta Guzmán Merino en sus dos
“Relaciones”. La primera se
representa en la romería de Belmez, el primer domingo de mayo, mientras que la segunda, continuación de la trama anterior,
se desarrolla en dos actos durante las fiestas de agosto en honor al Señor de
la Vida.
Conscientes ya de nuestra sangre mora y
cristiana, de nuestra dualidad granadina y jiennense -que no se decantó hacia
el Santo Reino hasta la invasión napoleónica-, solo nos queda un detalle para
terminar de conquistar al forastero. Así que, con nuestras maneras sencillas y
la mesura aprendida de la cuna, acompañaremos los gestos de la justa emoción
que contienen las cosas auténticas. Y con los andares decididos, pero sin
prisas, le mostraremos a nuestro visitante el camino que parte desde la
barriada de San Ramón y que transcurre por los parajes del río Gargantón, hasta
las mismas entrañas del Parque Natural de Sierra Mágina.
Avanzará fascinado entre majoletos y
cornetales, cruzando varias veces el lecho del río, para ganar altura por estrechas veredas y simas, bajo lapiaces
esculpidos por la erosión. Allí, será testigo privilegiado de cómo el tiempo ha
dibujado un mosaico pedregoso, mientras el intenso aroma de los pinos laricios impregna
el ambiente con su paz. Y al regresar, conforme se vaya acercando de nuevo al
pueblo, ya rendido por completo ante la hermosura del entorno, contemplará una
mancha blanca de casas que se asemeja a un corazón: el corazón de Bélmez de la
Moraleda.
Artículo de la contraportada del Ideal Sierra Mágina, abril de 2017, retitulado como 'Bélmez de la Moraleda, algo más que caras. |
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