Un lamparón como una medalla de grande en la camisa de estreno



        
      

         Un lamparón como una medalla de grande en la camisa de estreno, bien porque tu hermano te empuja mientras coméis los buñuelos gomosos como chicles, o porque te la salpicas troceando en un tazón de café con leche unas flores nevadas en azúcar.


Un farol, un canastillo o una piña colgando del espejo retrovisor de la furgoneta de tu padre, o un lagarto que atrapa tu dedo y que se resiste y no lo suelta a pesar de los tirones, o un simple trepasimón para el que te bastan dos hojas de palma.

Los pies a remojo en la vieja zafa de porcelana y una tercera olla con agua calentando en el fogón. Tu madre frota que te frota los talones con estropajo de esparto y una pompa viscosa de jabón que inunda la cocina con un intenso olor a sosa. Cortar después las uñas a conciencia y otro apóstol listo para la misa de Jueves Santo. 

Sotanas de monaguillo, unas blancas  y ceñidas al cuerpo con cíngulo rojo; otras negras o rojas, acompañadas de bonetes a juego coronando las cabezas de sus portadores. Largas e interminables filas y quemaduras de cera, pero no hay estruendos, ni tambores, ni cornetas; solo el crujir de los pasos y la  cruz desnuda en estación de penitencia, mientras corre un viento de incienso.

Transcurre la mañana del viernes entre el quiero y no puedo del ayuno, pero al mediodía devoras la tortilla de patatas, el bacalao con tomate y la tarta de galletas. Haces la digestión mientras pasan una de romanos. Después, un último atraco a la olla de las flores y a coger la carraca, que toca anunciar la procesión.

Llega el sábado, que se despierta con aire de gloria. Por la mañana, un último ensayo a la misa. Sobremesa quizá con Los diez mandamientos, tal vez con Ben Hur. Espera ansiosa, entretanto se apaga el día, que ya toca encender la hoguera para que la luz de Cristo recorra la noche en la desabrigada voz del sacerdote, que con un punzón va trazando el alfa y el omega; el principio y el final. 

Por último, un redoble de campanas rompe con brío la medianoche, mientras se acerca un domingo nuevo, resucitado.      

Comentarios

  1. Juan,eres tú el de la fotografía? Lo que se vive intensamente en la infancia,es difícil de olvidar.Fuiste monaguillo? Habrá alguien que no sepa lo que es un lamparon ? Saludos.

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    1. No, el de la fotografía es mi hermano pequeño, aunque yo también fui monaguillo.

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