Vientos revueltos



V
ienen días de vientos revueltos: por una parte, los meteorológicos, los provocados por los devastadores huracanes del demonio, aunque imputables a la ceguera y a la sinrazón humana, en un maltrato sistemático hacia este planeta único, que nos estamos merendando a pasos agigantados; por otra parte, los ideológicos, venidos –porque nos atañen a todos los españoles- desde la deriva independentista catalana, achacables al desencuentro, a la incomunicación y –seguro que también- a la ignorancia, o cuando menos, a la falta de verdad.

Y es que no hay mayor desazón que comprobar cómo a pesar del saber que proporciona la experiencia y la historia, el hombre ignora, o simplemente desoye, sus propios avances y conclusiones, para terminar metiendo la pata hasta el corvejón; de nada parecen valer todas las señales y advertencias que sobre el cambio climático, un día sí y otro también, los científicos lanzan al común de la humanidad; de nada parecen valer todas las enseñanzas y señales que la historia ha ido escribiendo y repitiendo –erre que erre- una y otra vez, para seguir tropezándonos en la misma piedra.

Aunque quizá, el origen de nuestra equivocación tenga diferentes connotaciones en unas ventoleras y en otras: que los huracanes Irma, José y todos sus hermanos, primos e hijos, sean más bien fruto de la dejadez y de la pereza humana que de la ignorancia en las consecuencias de ciertos actos, alimentado también por un grado de egoísmo superlativo, pues total, que los que vengan detrás se las compongan. Sin embargo, los vientos fríos y secos de la tramontana que rachean por toda España, son la desagradable consecuencia  de un cercenamiento sistemático y repetido en el tiempo -40 años- de la verdad del origen de lo catalán,  para sustituir la rigurosidad histórica por el cuento, la leyenda del dragón español al que ha de combatir el Sant Jordi nacionalista.

Por eso, llegados a este punto en el asunto catalán, ¿solo nos queda, como a los habitantes de la península de Florida, cerrar bien nuestras casas, tapar con maderas las ventanas y huir lejos del ojo del huracán…?
Yo creo que no, que tenemos que sentarnos a hablar y escuchar, tanto a los unos como a los otros. No es la mejor solución tomar la calle de en medio: ni romper con las reglas democráticas –españolas y catalanas- ni apelar por encima de todas las cosas a la coerción del Estado.

Escuchar voces de jiennenses que viven en Cataluña que se sienten independentistas, que no renuncian a su origen, pero que consideran que lo mejor para su futuro y el de su descendencia es la ruptura con España, a mí no me produce rabia ni asco, tampoco me lleva a la burla o al escarnio. Oír su convencida identidad con la república catalana, me lleva a la reflexión, a intentar ver dónde se produjo la fisura con lo español, para así tenerlo en cuenta para futuras aventuras de otros territorios. Por lo demás, creo que ya poco se puede hacer con quienes tienen tal certeza y convicción, que aunque se base en apreciaciones parciales e inciertas de la historia, se han convertido en una realidad profundamente arraigada. Eso sí, no sigamos cometiendo más errores y entendámonos por encima de todas las cosas, por encima de todo lo revueltos que vengan los vientos.  

(El documental "La fuerza del Sí" da voz a personas que han pasado de ser contrarios a la independencia a partidarios del sí).

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