15 de octubre: día de la mujer rural

Desconozco si ayer, que era 15 de octubre, Día de la Mujer Rural, en Bélmez de la Moraleda se pudo hacer un alto para reflexionar sobre qué se celebra en cuestión. Probablemente hubo algún acto, yo no lo sé, pero sí tengo la absoluta certeza que hubo muchas mujeres en Bélmez, en Mágina, que no tuvieron siquiera la oportunidad de deparar en ello, precisamente porque, como todos los días, estuvieron sumidas en el quehacer de su trabajo: el de fuera de casa y el de dentro; en el oficial y en el que les espera una vez que han fichado. Me diréis que estamos en 2016, que las cosas han cambiado afortunadamente ¿o no?...
Ya en otras ocasiones he hablado aquí de la gran contribución que las mujeres de Bélmez habéis realizado a lo largo de la historia a la prosperidad, al sustento de la economía de este pueblo, ya fuera en los talleres, fábricas, labores agrícolas, domésticas o todas a la vez, por encima en la mayoría de los casos del hombre, que poco o nada ayudaba en casa. Para colmo, todo aquello era lo que había de hacer una mujer “como Dios manda”; se daba por hecho por el solo motivo de ser mujer, lo cual conllevaba un ninguneo si no total, casi absoluto de su contribución en la economía y su invisibilidad como columna vertebradora de la labor social en la familia –tarea completamente desaparecida de los quehaceres públicos durante la dictadura franquista-. Los avances que durante la Segunda República llegaron a vislumbrarse en la emancipación de la mujer fueron sesgados de un tajo por el “nacionalcatolicismo”. El libro “93 miradas” de la ADR Sierra Mágina recoge estas afirmaciones del canónigo Emilio Viana, realizadas en 1952:“Ella ha de cuidar que la casa esté bien organizada, para que el marido al volver de su trabajo, la encuentre agradable, guste de estar en ella y en las ausencias la añore; y los hijos se encuentren bien en su hogar, en él sueñen sus sueños de ilusión y su ambiente contribuya a modelar sus almas y dejar en ellas sedimentos de bondad y de dulces recuerdos que, al ser agitados más tarde por las convulsiones de la vida, sean de pasiones y estímulos de buen vivir”.
Muchas de vosotras podréis dar aquí el testimonio además de todas las veces que vuestro padre o vuestro marido tuvo que firmaros un permiso para el más nimio de los formalismos burocráticos: ¡un permiso para abrir vuestra propia cuenta bancaria e ingresar vuestro sueldo! Y no digo ya si nos vamos al XIX. Recoge Matilde Rodríguez Peinado en “Educación y género. Bélmez de la Moraleda (1850-1930)” los casos ocurridos a algunas viudas que adquirían la condición de propietarias al morir su marido, como le sucedió a doña Luisa Fernández, propietaria de un negocio de telas que heredó de su primer marido en 1871 y que su segundo marido, don José Sánchez Siles, aprovechando su condición de cabeza de familia, se quedó trasladándose con toda la mercancía a Mancha Real.
Esperemos que nunca más haya un retroceso en este sentido y, sobre todo, que la igualdad formal entre mujeres y hombres que trajo la Constitución del 78 termine de una vez por hacerse real y efectiva. Pero recordad que para que ello sea posible, más que reivindicación, que nunca está de más, hace falta concienciación y educación.

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