Mis hijos comen todos los días

Muchas son las ocasiones en las que hemos hablado por estos foros de la memoria histórica. De ello hemos discutido hasta la saciedad, poniéndonos de acuerdo casi por unanimidad en que dicha memoria ha de fluir en todos los sentidos y no sólo correr a favor de quienes escriben la historia desde la oficialidad, desde el bando ganador, desde la mesa del poderoso, desde el estómago agradecido, desde la boca del adepto.
En mi relato publicado este año en el programa de fiestas hablaba un Camilo Alonso Vega ya viejo (Dios premie tu generosidad), el que conoció este pueblo, que conversaba de manera distendida con su amigo Paco Franco. Hablaba de un hombre orgulloso de haber hecho la guerra por una causa que creía divina y que se emocionaba ahora en su faceta de “conseguidor” para este humilde pueblecito de Jaén.
Pero alguien entre vosotros nos hizo volver la vista de la plaza, de los vítores, de las bandas de música y de los discursos, hacia otro escenario de este pueblo aquel domingo de junio de 1.966. Y me quedo con las palabras exactas de este miembro de nuestro grupo al respecto:” Solo un hombre muy humilde de Bélmez se negó a unirse a aquella fiesta y siguió labrando la tierra. Mis hijos comen todos los días; fue la respuesta a la Guardia Civil. Yo era un niño. Pero jamás lo olvidaré. En 62 años no he podido ver otro acto más puro de rebeldía y dignidad ¡Que Dios lo bendiga!”
Ese hombre era Juan Liébanas Chamorro a quienes todos conocían en el pueblo como “Mencha”. Y no, aquella no era ni la primera ni la última vez que Juan se las veía con la Guardia Civil en circunstancias parecidas. Sin ir más lejos, unos años atrás, cuando el cabo de la Guardia Civil era alguien cuyo apellido ahora no recuerdo - pero era el de una ciudad española cuya patrona es también la patrona de España - cuando Juan venía del tajo, subiendo la cuesta del Prao, recibió una paliza de la benemérita porque su camisa era o recordaba el verde de los uniformes republicanos. Y de nada le sirvió que le dijera al señor este con apellido de una ciudad de Aragón que no tenía otra camisa con qué vestirse. Y por eso hoy pongo el foco de la historia de este pueblo en Juan y en su familia, como lo podría haber hecho en tantas y tantas familias tan humildes o más, que incluso tuvieron que emigrar al Levante o a Cataluña.

Se casó con Graciana López Rodríguez y tuvieron ocho hijos: Damián, Antonio, Juan (más conocido como Bobas), María, Gregorio, Pepe, Pepa y Benito. Y todos y cada uno de ellos heredaron de sus progenitores una cualidad que no te da el dinero ni la cultura, que es la clase, la categoría como persona, la nobleza.
En estos días de agosto siempre los recuerdo muy implicados en nuestras fiestas, sobre todo a Damián y a Bobas. No había año en que no estuvieran en las Relaciones, siempre en el bando de los moros, siempre en el bando perdedor. El mismo bando que siguen escogiendo sus hijos y sus nietos unidos por esa tradición familiar que espero perdure en el tiempo. Desde aquí mi homenaje y reconocimiento a todos ellos.

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