Esto va de mujeres -artículo publicado en el Ideal Sierra Mágina de abril de 2018-
E
|
sto va de mujeres. Pero sobre
todo va de una mujer; una mujer de nuestra tierra que es, entre muchas otras
cosas, promotora cultural, maestra, abogada, mediadora y escritora. A mí en
concreto me gusta llamarla “Maestra”, así con mayúscula, aunque siempre me lo reprehenda con esa llaneza
suya sin dobleces ni falsas modestias, cualidad por otra parte tan escasa entre
quienes nos dedicamos a las letras en ego y alma.
Estoy hablando de la bedmarense
María Socorro Mármol Brís, reciente Premio Internacional de Literatura Rubén
Darío 2018 con su libro El año del
vestido azul y otros relatos, donde quizá, como ella dice, sean muchas las
mujeres –Mujeres con mayúscula y mujeres de Sierra Mágina, añadiría yo-, que
hablan a través de su escritura. Porque este libro –y me atrevería a decir que
todos los de la autora-, está lleno de mujeres que son para nosotros muy
familiares. Mujeres a las que tal vez les pongamos cara desde la primera
frase…“mujeres rurales que cuentan de sí
mismas, y del tránsito de lo rural a la urbe porque así debía ser; como fue
siempre y como seguirá siéndolo, aunque ese tránsito sea un destierro que duele
como a las plantas debe dolerles el que las arranquen de raíz”.
Mujeres-niñas como mariposas aleteando su torpeza ante los furtivos tactos, entre
los primeros roces. Niñas-mujeres en apariencia fuertes que rebuscan entre las
huellas de su fragilidad y de la ausencia del padre. Niñas en aquella escuela
de la posguerra llenas de envidias y ahítas de necesidades, capaces de
derrochar crueldad y compasión en un mismo comportamiento. Las mismas almas
cándidas que un día, con su inocencia de pueblo hecha un hatillo, se marcharon
al internado capitalino para no regresar jamás a un tiempo perdido, aquel que
se fue tras un sol de verano bordado con punto de cruz junto a sus iniciales en
cada una de las sábanas que componían su ajuar.
Las mujeres de Soco –una y
todas- eran las de antes, son las de ahora y serán las de siempre, pues para su
desgracia seguirán llenando las páginas de tribunales y sucesos: mujeres
ultrajadas, violadas, repudiadas, ninguneadas; mujeres mutiladas física y
moralmente, ya sea por el que se cree su dueño, se siente su señor, se dice su
novio, se llama su padre, se considera su hermano o se convirtió en su marido. Y
hasta sus madres y todas aquellas que se dicen “mujeres en su sitio” las
insultan y aborrecen en vergonzoso amancebamiento con el patriarcado, pues esta
ranciedad sin fin y esta nauseabunda podredumbre está en la raíz misma de
nuestra sociedad y no en el hecho de nacer hombre.
Por mucho que Soco Mármol Brís
-o Gaviola de Aznaitín, o cada uno de los nombres de las mujeres de sus poemas,
relatos o novelas- nos esconda los hechos en los disfraces propios de la
fabulación literaria, la realidad pretérita y actual de la mujer tomada en un
sentido universal rezuma por los cuatro costados de su obra, ya sea en unos
escenarios que nos resultan familiares, o a través de palabras, giros, expresiones
que pone en boca de unos personajes cercanos, como lo es su voz de escritora de
Mágina, la misma que nos advierte de que no se trata de un problema de otros,
sino de un mal de todos. Porque como hombre me leo también en los hombres de
sus relatos. Me leo y me veo entonces como otro hombre-hijo de una mujer que no
me quiere valiente, sabedora de que el miedo también es cosa de hombres. Me leo
y me veo como hombre-hijo de un hombre que me enseña los modales de otros
hombres, de otros hijos y de otros padres machos por los siglos de los siglos.
Me leo y me veo como otro hombre más del montón de los hombres a extinguir, que
ningunea, reprueba, viola, maltrata a las mujeres…si no de obra, al menos de
palabra u omisión.
Me atrevo a decir que Soco
Mármol, con su obra literaria, es probablemente la mejor embajadora de Sierra Mágina
en el mundo, y más concretamente, de la mujer de Sierra Mágina, cuyas grandezas
y miserias se esmera en desgranar en cada frase de sus relatos, como también lo
hace en cada estrofa de sus poemas. Es además un referente para quienes
escribimos o tenemos la pretensión de hacerlo –mujeres y hombres- sobre esta
tierra, que ya es gracias a su trabajo y empeño el Territorio Literario con
mayúsculas de nuestros anhelos y desvaríos, como aquel lugar de la Mancha de
cuyo nombre no quería acordarse Cervantes. Un territorio literario tan mágico y
real a la vez como aquel Macondo por donde deambularon sus soledades los
fantasmas familiares de García Márquez. Pero sobre todo, leer a Soco Mármol
Brís es un ejercicio de aceptación de quiénes somos: nacidos en Mágina, mujeres
y hombres con raíces largas y profundas, que siempre andamos regresando y nunca
acabamos de llegar, mientras nos aprovisionamos para el invierno, cuyos vacíos
y mermas llenaremos de añoranzas ciertas o inventadas, de recuerdos que iremos estirando,
como si tejiéramos una bufanda: la bufanda más larga del mundo.
Comentarios
Publicar un comentario