Todas las Jándulas —Artículo para Ideal Sierra Mágina, febrero de 2025—
Decía David Uclés, el escritor ubetense de moda a raíz de la publicación de su novela `La península de las casas vacías´, que no le había costado mucho imaginar a Quesada en los años 30 porque la vida no ha cambiado mucho. Añadía como elemento diferencial entre aquel entonces y este ahora la existencia de la televisión con el programa de Juan y Medio. Imagino que tal afirmación es fruto del vértigo que produce la fama repentina, la cual, por esta vez, viene precedida de una considerable calidad literaria de la obra en cuestión.
Puede que ir de presentación en presentación, de entrevista en entrevista, ha podido llevar al joven autor a decir ciertas cosas, fruto del cansancio o de la inmediatez, cosas que no tienen por qué ser consideradas como verdades irrefutables. Yo estoy convencido de que, a cada regreso de Uclés al pueblo de su familia, ya sea después de una semana, de varios meses, de cincuenta años de «vacío uclesiano» o de cien años de «soledad garcíamarquiana» —lo mismo me da, que me da lo mismo—, las cosas han experimentado una infinidad de microcambios casi imperceptibles en el día a día para quienes viven allí de continuo, pero de una evidencia irrefutable, y por supuesto palpable, para quienes visitan «su Jándula» de vez en cuando.
Hago aquí un inciso para hablar sobre este nombre inventado de un pueblo para nada imaginario, ya que conozco, al menos, otras dos Jándulas más: la de Socorro Mármol Brís en su novela `Virgo Potens´ y la de Jose Alberto Arias Pereira en varios de sus relatos. Y es que Jándulas, escritas y por escribir, llamadas así o de otra manera, hay muchas en esta tierra que nos vio nacer.
Veréis, que yo saque a relucir esta coincidencia de Uclés con otros autores no es por envidia, sino porque esa convergencia y otras más, de tanto darse entre escritoras y escritores de esta tierra, y en cada cual a su manera, parecen obedecer a un patrón o a una impronta que se da en la literatura hecha por los autores jienenses que tienen su tierra por tema principal o, al menos, por hilo conductor de su escritura: el realismo mágico (o neorrealismo mágico, según apunta la crítica) que parece estar aquí de siempre, en nuestras cosas, en nuestros pueblos y en nuestra gente, y que fluye de una manera natural en lo que hacemos, en lo que sentimos y en lo que ocurre en las entrañas del paraíso interior de esta provincia tan olvidada del resto del mundo. Por eso mismo, por el desconocimiento general que existe sobre esta tierra, es por lo que, al contarlo en sus historias, ya lo haga David Uclés, Antonio Muñoz Molina, Juan Eslava Galán, Andrés Ortiz Tafur, Socorro Mármol Brís, Jose Alberto Arias Pereira, Juan Burgos Martínez, Encarna Gómez Valenzuela o cualquiera de los escritores participantes en los premios Guzmán Merino de Cuento, el lector, ajeno o desconocedor de nuestros asuntos, verá magia en lo que nos ocupa a diario, llegando a considerar increíble lo que nos es cotidiano.
No es que David Uclés considere que los pueblos de Jaén se hayan quedado anclados en los años treinta del siglo pasado (y, mientras escribo esto, me ha venido a la cabeza la imagen de una calle empedrada donde un mulo ha dejado un rastro de bostas verdosas y recién cagadas). Lo que Uclés percibe, con un exquisito olfato acorde a su altura como escritor, es ese rastro invisible, esa esencia, tal vez milenaria que aún perdura en nuestros pueblos. Es como si, mirando al trasluz las calles asfaltadas de ahora, se vislumbrara la piedra pulida de antaño; como si el escritor tuviera el superpoder de radiografiar la vida de esos pueblos, desnudándolos de adornos y abalorios, hasta dejarlos en el mismo centro de sus plazas en «pelota picá», con las vergüenzas, pero también con las virtudes, al aire.
En el mapa de Jándula y de Iberia —España— que Uclés ha dibujado, con su iglesia mayor, su mirador, su olivar, su castillo, su molino… y su camino a Mágina (un guiño del autor a otra Jándula, esta de Muñoz Molina, por la que hemos «andurreao» muchos) habitan unas gentes siempre temerosas de una guerra por venir, de una continua lucha que nadie puede o quiere evitar, porque ese malestar, esa mala jindama siempre ha estado y sigue estando ahí, latente.
Ando aún enfrascado en su lectura, con ese «bullebulle» en la cabeza y en el corazón que te producen los libros que tienen alma para ganarse al lector y espíritu para abducirlo dentro del mundo que cuentan. Todas las Jándulas —también la de Uclés— cuentan la historia de la descomposición, de la deshumanización de los pueblos, «de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías». Ese es, por desgracia, el presente de nuestras Jándulas, donde la historia que cuentan los libros, que nos cuentan los periódicos, y hasta Canal Sur, justo antes de lo de Juan y Medio, se entrelaza con la intrahistoria de nuestras cosas del día a día.
Gracias por tu mención. Y por seguir escribiendo de lo nuestro
ResponderEliminarGracias a ti por ser una referencia para ello.
EliminarDeshumanización de los pueblos?.
ResponderEliminarNo contesto anónimos. Lo siento.
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