Esperando a ningún tren -artículo de Ideal Sierra Mágina, agosto de 2019-

Todo el mundo conoce al historietista gráfico Quino por la irreverente cordura de una niña muy espabilada llamada Mafalda, capaz de sacarle los colores al más pintado. Pero esa niña, a quien no le gusta la sopa ni los políticos, aunque lo llevó a la fama, solo es una parte de la obra del gran dibujante argentino de ascendencia andaluza, un genio capaz de sintetizar en otra de sus viñetas toda la desolación que cabe en este mundo. En dicha imagen, mi preferida suya, un hombre trajeado con largo abrigo negro y bombín inglés del mismo color, parece esperar junto a su equipaje a un tren que nunca pasará por aquella solitaria pradera; más aún, cuando comprobamos que los raíles están cortados tanto a la izquierda como a la derecha del individuo.

No se me ocurre mejor manera para describir el mal endémico que aqueja las comunicaciones ferroviarias de nuestra provincia, que remitirme a este dibujo. Bueno, además está la representación gráfica literal que ha inundado las redes sociales estos días atrás -la denominada ya popularmente «cobra a Jaén»-, en la que aparece trazado con rotulador sobre un mapa de España el rodeo que ha de dar el recién inaugurado Ave Madrid-Granada para llegar a su destino sin tener que pasar por Jaén. Ambas imágenes nos producen un efecto similar: primero estupefacción, después rabia, más tarde tristeza y al fin desolación. Por el contrario, lo que nunca tendrían que provocarnos, es esa eterna resignación, ese echárselo todo a la espalda y seguir tirando con el que Jaén siempre anda huyendo hacia ¿delante?

Según la Mesa en Defensa del Ferrocarril, desde 1992  a esta parte se han perdido el 90% de las conexiones ferroviarias que tenía la provincia de Jaén, pasando de ciento cuarenta circulaciones a poco más de diez. Y mire usted qué casualidad, todo ello a partir del 92, el año que entró en funcionamiento la alta velocidad en España; un gran paso en las comunicaciones, que también ha supuesto ponerle la zancadilla a Jaén, ya que, tanto entonces con la línea de Sevilla, como ahora con la de Granada, ocurrió en detrimento de los trenes convencionales y, sobre todo, los regionales que circulaban por nuestra tierra. Y es que la paradoja de Jaén no puede ser más sangrante: una provincia bien situada y mal comunicada.

Repasando con Rafael Casuso Quesada la historia del ferrocarril en nuestra tierra, fueron tres las grandes líneas llevadas a cabo en la provincia durante el siglo XIX: la conocida con el nombre de Andaluces, que comprendía el trayecto Madrid-Cádiz, la denominada Línea del Olivo, entre Linares y Puente Genil y la de Almería-Linares. Otros muchos proyectos fueron presentados, aprovechando las franquicias arancelarias y las condiciones de financiación establecidas por la Ley General de Ferrocarriles en 1855, pero se quedaron en el papel.


Es esa última línea, la de Almería-Linares, la que atraviesa, donde la orografía lo permitió o la ingeniería lo solucionó, la comarca de Sierra Mágina. Tanto el trazado Madrid-Cádiz, como el de Linares-Puente Genil, marginaban gran parte de la provincia y, de manera muy especial, a Mágina, frustrándose así una conexión directa con Granada y Almería, hasta que en 1871 comenzaron los trabajos de una posible conexión de Almería con la línea Madrid-Cádiz por medio de la estación Linares-Baeza. A este proyecto se uniría después la capital granadina, gracias a la estación de Moreda, para evitar así el tremendo rodeo que se tenía que hacer entonces por Puente Genil.

El trayecto sufrió una modificación sustancial en 1896, cuando se aprueba el viaducto proyectado por el ingeniero José Olano, que originó la realización de dos obras sublimes de la ingeniería española: el puente sobre el río Guadahortuna entre Huelma y Guadahortuna y el puente sobre el arroyo Salado en Larva, que batieron el récord nacional de longitud y altura respectivamente en cuanto a construcciones ferroviarias se refiere. También se erigieron tres estaciones nuevas: la de Larva, Cabra y Huelma. En cualquier caso, ninguna de ellas en la cabecera de los municipios y, por tanto, ejercieron poca influencia sobre la población. Por poner un ejemplo, la estación de Cabra está situada a diez kilómetros de la localidad.

Luego, ya sea por el poco peso económico de la comarca o por nuestra accidentada orografía y, muy a pesar de estas dos grandes obras que hoy representan un gran valor histórico y patrimonial, lo del aislamiento ferroviario de Jaén es algo que, aquí, desde el corazón de Mágina lo vemos, no como si fuera un problema ajeno, pero sí que nos llega un pelín remoto el ruido del tren al pasar, como siempre.

De hecho, si analizamos el dictamen del Consejo Económico Social de la provincia (CES) sus aspiraciones se centran en tener una conexión de altas prestaciones con Madrid, que pasa por la impermeabilización de la vía de Jaén a Despeñaperros. Activar además el intercambiador de Alcolea, ahorrando cuarenta minutos en el trayecto a Sevilla y a Cádiz. Por último, señala la necesidad de «promover la conexión entre el Puerto Seco de Linares y el Puerto de Motril, impulsando la construcción de una línea ferroviaria Jaén-Granada-Motril que, además, conectaría el Puerto de Motril con el Eje Central del Corredor Mediterráneo», clave para el transporte de mercancías y para el triángulo logístico Andújar-Bailén-Linares.


Concluye el CES, que se trata de una cuestión más de voluntad que de dinero. Si eso es así, ¿qué costaría añadir a esa voluntad un tren histórico y cultural en la ruta Sierra Mágina-Montes Orientales dentro de la línea Almería-Linares? Puestos a pedir… De momento, aquí andamos como el hombre del dibujo de Quino: delante de unos raíles cortados, esperando a ningún tren.

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