San Antón (Segunda parte)



 San Antón, año 1999 - Lumbre del Parque del Nacimiento-
  Ya es noche cerrada cuando llegamos al pueblo. Cuando sólo nos quedan las escaleras del matadero, el Rufo nos manda parar.



-De aquí hasta la plaza lo hacemos corriendo, que to el mundo sepa quien llega- 



    Y con la manga se limpia la sangre del pómulo, mientras se le hace en el gesto esa mueca torcida de pánfilo y chulo a la vez. Atrás, los del Barrio se han ido perdiendo en la oscuridad de los huertos. El último, el Gallo. Lleva parte de su ropa en la mano y aún tirita, no sé si de frío o vergüenza. Y cuando ya no puede verlo nadie de los suyos, saca la mano de debajo del chaquetón del Rufo y la levanta tímidamente entre hundido y agradecido.  



    Llevamos el botín hasta el Callejón sin poder reprimir la algarabía, todavía endemoniados por la gesta de Pepe el Rufo. Mi hermano y mi primo escuchan  entre impresionados e incrédulos el relato confuso de los hechos, por boca de un coro   desordenado y eufórico. 

- Ya es hora de irnos a la casa y que haga los deberes- 



    Le digo a mi hermano mientras Félix y yo recogemos nuestras carteras. Subo la cuesta de las Caras mirando un punto fijo en el suelo,  tratando de ordenar mis emociones, mientras apoyo mi mano en el hombro del Pedrillo. Antes de llegar arriba y doblar la esquina miro hacia atrás.       

-¡Eh, Félix!.

-Dime Jose.

-Hasta mañana, compañero- Y nos dibuja una vez más su cara con dos rayas finas debajo del flequillo y una media sandía en la boca.

-Hasta mañana.



    El día se ha hecho paso entre sueños con caballos y lanzas. Tengo los ojos llenos de legañas y el estómago con punzadas de espinas. Hoy es víspera de San Antón y esta noche son las Lumbres. Ahora sólo queda que corra esta noria que inquieta mis tripas y nos traiga deprisa su rueda de fuego y de fiesta.



    Me marcho a la escuela con el sentimiento de los días de estreno. Repaso la cartera (lápiz, goma, sacapuntas … el libro de Matemáticas, el de Sociales,  las Naturales … el bloc de anillas con los deberes hechos, las dos empanadillas de chocolate envueltas en papel y separadas …) y me echo a correr calle abajo con las manos en cruz arrojándome contra el viento. 



    Entro en el aula y compruebo que aún es temprano. Sólo estamos María Rivera y yo. Desde mi pupitre hago el amago de saludar con la mano, pero sólo me sale un medio bufido y un gesto convulso en mi cabeza; ella se ha sonrojado. 



    Son las nueve y cinco cuando entra el maestro y todos a una nos ponemos de pié. Félix aún no ha llegado.

-¡Buenos día don Mariano!.

-¡Buenos días a todos!-  Y acto seguido se persigna y comenzamos a rezar lo de todos los días: un Padre Nuestro y un Ave María.

- ¿Por dónde lo dejamos ayer en Sociales?

- Por la página treinta y siete, don Mariano- 



    Responde María Rivera levantando su mano como si la manejara con un muelle. En esto llaman a la puerta con dos toques leves y apagados, como si quien lo hace  no quisiera que los oyeran.

-¿Se puede?… con su permiso don Mariano.

-Adelante Félix. Llegas tarde… la próxima vez te mando al director.



    Félix avanza con la cabeza gacha y la mirada fija en un punto vago que yo busco,  pero no lo encuentro o no entiendo lo que calla. Cuando llega la hora del recreo los dos nos quedamos dentro. Abro mi cartera y como todos los días, saco las dos empanadillas: una para mí y otra para Félix.

-Gracias Jose… Coge su merienda y comienza a desliarla con cierta torpeza, como si estuviera amarrado en la silla a la altura de los antebrazos. 

-¿Qué te pasa?- Le hablo poniendo mi mano en su hombro, pero con un gesto de dolor se levanta de inmediato y me enseña su espalda magullada.

- Anoche, subiendo pa el Barrio, me estaban esperando en lo oscuro.

-¿Quiénes eran?.

- Qué más da… eran muchos y me tenían gana.

-Se lo decimos al maestro.

-Ni se te ocurra. Esto es cosa mía y de los que me lo han hecho. No se hable más …



   
San Antón, Bélmez de la Moraleda (1999)
Llevo tanto tiempo acechando esta noche … Cuentan los viejos que en ella quemamos nuestros miedos y ahuyentamos los demonios, y que honrando con nuestras lumbres a San Antón protegemos al ganado de enfermedades y plagas. 



    Son las ocho de la noche y ya tenemos toda le leña arriba, en la calle Rodríguez Acosta. El padre del Rufo y Damián el Golondrino (padre de Juan y de Antonio) ya andan preparando las estrébedes; que tengan firmeza, no vaya a resbalarse la sartén de las rosetas. A su vera ya está todo preparado (la paleta, las tenazas… un enorme plato de porcelana con los granos de maíz, el tarro de la  sal, una cantarilla de aceite… tocino, chorizo, morcilla, pan, vino …).



    La lumbre encabrita su lengua como si pudiera alcanzar las alturas del cielo, la pureza de los corazones, la cura del miedo… Y cuando al cabo de un rato la leña y el ímpetu de las llamas han bajado, templando sus patas de caballo de fuego y acallando el chisporroteo de las zarzas, aparece la calma. Todos, grandes y chicos, cantan y saltan las brasas; todos, grandes y chicos, por un día apagan juntos la sed con la bota. Todos menos yo, que sigo buscando la risa de Félix entre las pavesas aún a sabiendas de que  ya no vendrá.


   
Lumbres de San Antón en Bélmez de la Moraleda (1999)
Seguro que el año que viene volveré a buscar zarzales con la banda del Rufo y probablemente que nos crucemos por esos campos con los del Barrio. Y que al vernos de lejos intentarán acobardarnos entonando sus alaridos de guerra, que nos pondrán ese gesto ensayado de perdonavidas. Todos menos el rubio del flequillo trasquilado que esconderá detrás de una horca metálica su sonrisa de sandía . 

Comentarios

  1. Juan:ya tenía ganas de leerla segunda parte de tu historia.Qué bien describes costumbres no tan lejanas en el tiempo. Tienes una habilidad especial para utilizar metáforas; la lumbre encambrita su lengua...Nos dejas con el regusto amargo del final:el año próximo volveremos todos menos el rubio del flequillo trasquilado. Una vez más, felicidades.

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