Historias de otra Navidad

Los niños de esta historia, que ahora son mujeres y hombres maduros cercanos o entrados ya en los cincuenta, solo tienen que cerrar los ojos y respirar hondo para sentirse al momento correteando por las calles de Bélmez hasta la tienda de Manuel de Juan Antonio o la de Frasquito, pues había prendido la noticia como la pólvora, que ya habían puesto los juguetes. Ahí que nos pasábamos las horas con la cara pegada al escaparate en un intento inútil por traspasar el frío cristal y poder tocar con los dedos la nancy rubia o el winchester 73 o los juegos reunidos geyper o la BH azul...hasta que el reflejo de  las luces verdes, rojas, amarillas, azules que iluminaban el árbol de Navidad -aquel pino traído de Las Ramblas- que el Ayuntamiento montaba en la plaza, nos alertaba de que se había hecho la noche.

Ya desde principios de noviembre nos íbamos haciendo el cuerpo a la Navidad, pues más o menos por esas fechas comenzaban los ensayos para el certamen de villancicos de Sierra Mágina. Y todas las tardes a las cinco, tras la última clase, torturábamos al maestro Gijón con una entrada de pandereta a destiempo, un trino equivocado de bandurria o un desafine de la segunda voz en el estribillo. Pero milagrosamente, el día del concurso se clavaba el redoble de panderetas de "En Belén una noche oscura" o "Caravana de gitanos", se acompasaban guitarras con laúdes y bandurrias en "Pisen" o se templaban en la cuasi perfección las voces en el "Desde Belén a la sierra", otra composición del entonces alcalde Pepe Moreno, que estrenábamos uno de aquellos años. 

Esas niñas y esos niños perdidos, niños viejos ya, con tan solo cerrar los ojos y respirar hondo, les parecerá de nuevo estar sintiendo el calor arenoso de los mantecaos pobres o el recuerdo cítrico de los mantecaos manchegos que la abuela había cocido en el horno del Dulcero, en el de la Cooperativa o en el de Juan Felipa, aunque no tendrán que cerrar los ojos, sino todo lo contrario, dejar bien abiertos  los de la memoria, para recordar dónde se quedó guardado el viejo belén de antaño, el de las figuras compradas en el Caño, en la tienda de Pedro.

Porque los niños de esta historia, esos que ahora son mujeres y hombres maduros cercanos o entrados ya en los cincuenta, solo tienen que cerrar los ojos y respirar hondo para sentirse al momento correteando por las calles de esa otra Navidad.

 

Comentarios

  1. Imprescindible recordar las morcillas colgadas en los palos de las ventanas y listas para terminar algunas de acompañantes de las tortas de manteca que, pinchadas en las cañas, acompañaban, junto con las generosas botas de vino, a aquellos trovadores y juglares, los más desfavorecidos económicamente, que con sus villancicos populares e instrumentos caseros, zambombas con pieles de conejo y sonajas con chapas de cerveza, animaban al pueblo y este les correspondía generosamente con los manjares excasos de que disponían.

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