¡Viva el carnaval!



Comparsa de la Escuela de Adultos de Bélmez de la Moraleda: "Los cazafantasmas"





         Érase una vez un lugar antes de que existiera Canal Sur, érase un pueblecito tranquilo en la falda de la sierra donde aún no había llegado el UHF, ni siquiera las desconexiones regionales de TVE. Una tierra donde todo era sencillo o lo parecía, camuflado en el aire tímido de sus gentes; las parcas vestiduras incluso en las fiestas, la mesura en el saludo, con la justa emoción –ni tan alegre que pareciera artificioso, ni tan raso que le faltara resuello- y los andares decididos pero sin prisas, con la mirada más distraída que perdida por esos campos de Dios.



         Los habitantes de ahora poco o nada nos reconoceríamos en las costumbres de entonces, como aquellos carnavales con cuatro trapos cogidos del arcón de la azotea; el traje de novio de tu padre, el sombrero de tu abuelo o los zapatos de tacón de tu tía. Cualquier ropa más o menos vieja, una “cayá”, una gorra y cuatro trazos en la cara con un tizón de la chimenea o con los coloretes de tu madre, eran suficientes para camuflar la timidez entre la comitiva de la boda, que todas las tardes de carnestolendas, año tras año, recorría el pueblo al salir de la escuela.



         Era una celebración ingenua, sin apenas adultos, o esa era la apariencia. No iba mucho más allá de un poco de atrevimiento y un bastante de picardía escondidos en el anonimato del disfraz. La crítica social, la contracultura y el desahogo popular eran impensables en la dictadura franquista.



         Una madrugada, aquel señor de voz aflautada y temblorosa que todo lo prohibía, murió. Pero nada parecía haber cambiado entre las discretas gentes de la Moraleda. Seguían a su gesto templado, a su caminar tranquilo, a su atareo anodino. Andaban tan ensimismados con lo palpable y cotidiano, que de una mañana para otra se encontraron  las esquinas empapeladas con sonrisas de impostura, el silencio destrozado con estruendo de promesas y, por fin, la segunda cadena en los viejos televisores de válvulas.



         Todo continuaba siendo en blanco y negro, de momento, salvo la propaganda de los partidos políticos, que la había de todos los colores y gustos. Al mediodía, TVE hacía su desconexión regional y  las noticias ocurrían y venían de más cerca, del Telesur con moño de Begoña Achával  y bigote de Manolo Martínez Campos. Y de la mano de aquel centro regional de la avenida de la Palmera de Sevilla, una madrugada de febrero descubrimos que los carnavales no solo eran disfraces más o menos ingeniosos, sino que podían llenarse con protesta y denuncia, con crítica y desfogue, pero sobre todo con mucho cachondeo y acento gaditano a ritmo de pasodobles, tanguillos y cuplés. Aquellas retransmisiones se limitaban en un principio a la final del Falla, hasta que llegó la Radiotelevisión andaluza y Canal Sur poco a poco se quedó a vivir en Cádiz durante todo el mes de febrero.



         Mientras tanto, en nuestro querido pueblo, un animoso grupo llevaba ya unos años moviéndose por estas fechas en torno a la Escuela de Adultos. Allí, Ana Hervás –que este año será la pregonera del carnaval- era la cabeza visible de las ganas que todos demostraban por reinventar nuestro carnaval. Los desfiles se fueron superando en calidad e ingenio. La descolorida improvisación de ropas viejas fue dando paso a máscaras cada vez más elaboradas y lustrosas. Los disfraces corales se impusieron y los temas elegidos fueron complicando los atrezos.



         Por fin, ya entrados en los noventa, una buena dosis de osadía aderezada con bastante esfuerzo y cierto ingenio, hizo que la Escuela de Adultos se decidiera a dar un paso más y  se aventurase con su primera chirigota –o más bien comparsa-. Tenía presentación, pasodoble,  aunque sin música original y mucho popurrí. Su título, “Los toreros desafinaos”, y así se plantaron con el traje de faena en Bedmar y Huelma, consiguiendo en ambas plazas salir por la puerta grande, porque “para ser de Bélmez hay que ser torero, torero, torero”.



         Después vendrían “Los cazafantasmas” y el primer concurso de agrupaciones de Bélmez de la Moraleda, donde los más jóvenes llegaban pisando fuerte con “Las matanceras”, cuyo tipo, donde no faltaba ni el gato, resultó ser toda una declaración de intenciones carnavaleras, ajustándose siempre a la ortodoxia gaditana en las formas, pero sin dejar de introducir nunca un elemento diferenciador y reivindicativo belmoralense en los temas. Y para muestra un botón:



Cómo podría imaginarme

que una matanza podría durar

más de cincuenta días,

y sin poderme duchar,

con el pestazo a cebolla

y con las manos pringás.



         Ya se dejaba intuir en las letras de Ramón Díaz Sánchez, Antonio Díaz Rodríguez y demás miembros de la comparsa, su percepción carnavalesca de Bélmez de la Moraleda, donde los estratos sociales se disuelven y en su lugar se establece una convivencia entre los personajes que no sabe de prejuicios, por mucho que a algunos les moleste verse retratados ahí en la plaza, el lugar físico que lo alberga y es testigo de todo lo que pueda pasar en carnaval.



Chirigota de Bélmez: "El Parlamento"(año 2014)
Así lo desarrollaron año tras año. Con “Los hippyes” (1996) hubo numerosas incorporaciones, manteniéndose dicha formación hasta 1999. En el 97 “Este muerto está muy vivo”, con “Drag Queen sowh” (1998) fueron primer premio en Bélmez, Cabra, Bedmar y Jódar; segundo en Huelma. Tras la chirigota “Boda de guardia civil y gitana” del 99, se decidió renovar el grupo para intentar darse brío en el nuevo milenio con “Balet ruso”, incluso rayar la perfección con “Serranilla de Mágina” al año siguiente, donde de nuevo fueron primeros premios en todos los alrededores, menos en Huelma, que fueron segundos, como siempre. En el 2002 alcanzan en el pueblo vecino el mismo puesto; iban  de viejos de un geriátrico. En el 2003 presentan “Los zorros”, con un tipo de striper y deciden entonces parar unos años.

Chirigota de Bélmez: "Los escurcaorzas" (año 2015)

No volvieron a sacar chirigota hasta el año 2008, que fueron de separados que se habían quedado sin nada. Al año siguiente “Las majorettes” y nuevo parón para llegar a la época más modena con  “El Parlamento” (2014), “Los escurcaorzas” (2015) y terminar este año  la trilogía que han dado a llamar “Personajes belmoralenses” con la chirigota “No se me escapa na”, que seguramente no dejará a nadie indiferente.



En la historia reciente de Andalucía, los carnavales autóctonos de cada uno de los pueblos y ciudades de esta tierra, han terminado por ser canibalizados por la indudable brillantez del gaditano, gracias a la inestimable propaganda recibida de la televisión pública autonómica.



En el caso concreto de Bélmez –como en otros muchos pueblos pequeños- el carnaval había desaparecido casi por completo, por las cortapisas y pocas simpatías que la oficialidad franquista sentía por esta fiesta popular. De ahí la inevitable absorción de las maneras gaditanas. Por eso me parece meritorio y es de agradecer, que exista ese celo por mantener la autenticidad de lo nuestro, reivindicando con ello la más popular de las culturas.



Vaya pues mi homenaje a la Escuela de Adultos y a toda la gente que pasó por ella  plantando la semilla carnavalera, sobre todo a Ana -¡enhorabuena, pregonera!-. Mi reconocimiento a la chirigota por excelencia de Bélmez, donde Ramón, Petete, Pitufo, Pedro Mañas, Juampe, Tuno, Laparato, Kiki, Talento, Wedy, Blasete, Francisco López el Muerto, Morillas, Luismi, Tomás y tantos otros, son  como nuestros Selus, Yuyus o Carapapas. Y por último mi bienvenida a los nuevos, aunque vengan del espacio exterior, con la esperanza de que esto crezca, se reproduzca, pero nunca muera. ¡Viva el carnaval!         
         

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