Retrato de familia
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etratos de pueblos
en fiestas, instantáneas de una gran familia. En ellos parecen reflejarse los triunfos, las batallas
ganadas; son días de celebración.
El
fotógrafo, por su parte, tiene dos maneras de acometer la obra. Si lo que
pretende es reflejar la realidad, hacer una fotografía periodística, procurará
hacerse invisible para captar lo efímero, el instante preciso, el descuido, la
espontaneidad, y lograr atrapar con su cámara la esencia, la autenticidad.
Por
el contrario, si lo que busca es el lucimiento artístico, tendrá que valerse, y
hasta fiarse, de la pose de sus improvisados modelos, convirtiéndose en un fotógrafo
director de la escena, como ocurre en este caso concreto, donde cada uno de los
personajes está en el lugar y con el gesto que se le ha encomendado con
anterioridad.
Yo
no sé si exista la fotografía que consiga reflejar con veracidad la verdadera
valía, la realidad de un pueblo, porque aunque aparezcan todos como aquí, muy
guapos y sonrientes, con la ropa de los domingos y en perfecta armonía, nunca
tendremos la certeza de lo sucedido entre foto y foto, nunca sabremos el precio
pagado por aparecer en la siguiente foto, en la siguiente fiesta.
Por
eso no tenemos que dejar de celebrar los éxitos de la gran familia de Bélmez de
la Moraleda; primero para que se hagan las fotos más o menos logradas que los
certifiquen y que completen el álbum de nuestra pequeña y humilde historia,
pero también para así reunirnos, para reivindicarnos como pueblo y reconocernos
en el orgullo de formar parte de él.
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