Marcando el compás



C
orría el año 1990, tal vez el 91. Un grupo de jóvenes entusiastas de la música y de la radio, encabezado  -si no me falla la memoria- por Lorenzo Díaz, Emiliano Guzmán y Pedro J. Rivas “Soni”, en el que también nos encontrábamos entre otros, Pedro Liébanas, Felipe Guzmán y yo mismo, intentábamos darle forma a una de aquellas radios municipales, no sé si alegales o ilegales, que tanto proliferaron por la geografía española de los 80 y 90 del pasado siglo.


Fue mi amigo Soni quien me invitó a entrar en el proyecto. Se había propuesto crear un espacio radiofónico que tuviera un toque cultural, pero sin dejar de ser musical, por lo que se le ocurrió que nos embarcáramos los dos en un programa de flamenco, donde él se encargaría de la parte técnica y de producción y yo de la dirección musical, guion y locución.
         Aquel proyecto duró lo que duró; es decir, hasta que nos cerraron la emisora. Pero fueron unos meses intensos y apasionantes en los que “Marcando el compás” –que así se llamó nuestro programa-, me llevó a convertir mi afición por el flamenco en un trabajo de estudio, y hasta de investigación, para así añadir a mis conocimientos otro montón de saberes inútiles y nada productivos, que dirían las personas de provecho.
Yo había crecido, como entusiasta del flamenco, escuchando los numerosísimos programas que las radios locales cordobesas dedicaban a la cultura musical andaluza en los años ochenta. Aquellos críticos y locutores de la ciudad califal eran grandes conocedores del flamenco, y de ello alardeaban para mi entender en demasía, hasta el punto de resultar arrogantes, poniendo en entredicho el saber flamenco de muchos artistas de renombre. Por otra parte, la estructura de sus programas, y hasta la manera de hablar, me resultaba rancia y propia de una novela radiofónica de los 70, sobre todo, para quienes en los 80 éramos fieles oyentes de Radio3 y de la nueva manera de hacer radio en España que la joven entonces emisora estatal estaba inventando.
Carmen Linares

Así fue como decidimos intentar que nuestro programa fuera un híbrido de ambas cosas: la tradición y la historia del flamenco contada con la agilidad y la frescura que reclamaba una radio moderna, dinámica y joven. No sé si lo llegamos a conseguir, pero el caso es que terminamos por hacernos de un estilo propio y único. Además, no sé si el programa sería bueno o malo, pero tenía su toque original y único, donde lo mismo se hablaba de los cantes de siega y de trilla, propios de los sufridos jornaleros en el campo andaluz en el siglo XlX y principios del XX –que yo veía como los cantos de los esclavos afroamericanos-; como nos íbamos hasta los llamados entonces nuevos flamencos –Veneno, Pata Negra, Ketama- que habían abierto el flamenco en canal al mestizaje.
Hasta, dentro de los pocos medios con los que contábamos, nos decidimos a cubrir cuantos acontecimientos flamencos estuvieran a nuestro alcance, o no. Porque así fue como un servidor se presentó un día con un magnetófono viejo, destartalado y hasta vendado con cinta aislante, para hacerle en Granada una entrevista a Carmen Linares, que por aquel entonces empezaba a despuntar como una figura notable del flamenco.  
   Siempre le estaré muy agradecido a Carmen Linares por aquel momento. Agradecido por avenirse a concederle una entrevista más a un fan que a un profesional. Nunca olvidaré aquellos ojos grandes y verdes mirando estupefactos mi instrumental de trabajo.
-¿Y de qué Radio me has dicho que vienes?
-Radio Bélmez, de Bélmez de la Moraleda, de Jaén.
-¡Hombre, vienes de mi tierra!... ¿Cómo se llama tu programa?
-Marcando el compás, como las bulerías de Luis de Córdoba.
-Muy bonitas esas bulerías de Luis…
         La envergadura de una artista se demuestra en momentos y trances como estos, pagando con generosidad y agradecimiento el entusiasmo y la devoción de un  joven y novato locutor de una radio desconocida.
         Y me habló de su nacimiento en Linares, de su familia: los Pachecos, que eran guitarristas flamencos, sus tíos al menos. Del trabajo de su padre, que era ferroviario, por lo que muy joven se marchó de Jaén hasta tierras abulenses. Hasta de su marido y de su trabajo como cámara de TVE. Y por supuesto me habló de flamenco, con esa sencillez y naturalidad que desprenden sus gestos y su mirada clara y transparente.  
         Gracias Carmen Linares por aquel momento que nunca he olvidado y del que tanto me gusta presumir. “¡Eh!, ¿sabes que una vez entrevisté a Carmen Linares?...pues te lo cuento”. Nunca he dejado de agradecerte aquella entrevista, tan importante para mí, aunque tú no lo recordarás, por supuesto.
        

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